Como si fuese música. Como si supiera cantar. Como si el baile fuese lo que mejor se le daba en la vida.
Es lo que quería.
Tocar el ukelele como Marilym en “Con faldas y a lo loco”.
Cantar como Chavela en “El último trago”.
Bailar como Pina en “La consagración de la primavera”.
¿Quien era ella para impedirlo?.
Demasiado tarde?, ¿y quién lo dice?. -Para aprender cosas nuevas, digo yo-, escuchó que le decía ella desde su habitación.
Cuanta teoría, pero si ya te lo sabes todo. ¿Lo ves?. Ya se lo decía a mamá mientras la conferenciante hablaba, “todo eso ya lo sabe ella”.
¡Ay la teoría!, la conciencia, el poner acción, ese todo pasa por algo…
¿Sabes qué?, he aprendido a utilizar las notas de voz de mi móvil. Más teoría. Y he descubierto una cosa, otra, ¡que tengo una voz horrible!.
Demasiado tarde, “¡MERDE!
Cuando la huida es hacia no se sabe dónde. Excusas baratas. No hay nada peor.
Paseos, risas, lágrimas y más risas, a veces bajo la lluvia, otras con un sol de primavera que parece verano.
Entonces meditaba, pensaba, sufría pensando, en qué momento fue cuando todo empezó a derrumbarse. Esa historia, la historia de pérdidas en la que se había convertido su vida.
Veía a los demás cómo se relacionaban y pensaba: -nadie es como tú, nadie es perfecto como tú-
Ese amor incondicional que ella explicaba como el amor a uno mismo, era hacia el otro. La consumía por dentro y por fuera. Todo se derrumbaba. No era más que un cúmulo de escombros.
Estaba sola, enferma, indefensa, sola, abandonada, sola, triste, sola.
Se ahogaba, no podía respirar, en ese tren que la llevaba a casa. No a nuestra casa. Ese tren, qué lugar más triste, que oscuro, que miedo tan terrible allí sola rodeada de gente. Jóvenes que miran el móvil, viejos que miran el móvil, bebés mirando el móvil…que extraño.
Se ahogaba. Ya casi no podía respirar.
YA CASI NO
CASI
NO